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Miren cómo los preciosos hijos de Jerusalén,[a]
    que valen su peso en oro puro,
ahora son tratados como vasijas de barro
    hechas por un alfarero común y corriente.

Hasta los chacales amamantan a sus cachorros,
    pero mi pueblo Israel no lo hace;
ignoran los llantos de sus hijos,
    como los avestruces del desierto.

La lengua reseca de sus pequeños
    se pega al paladar a causa de la sed.
Los niños lloran por pan,
    pero nadie tiene para darles.

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Footnotes

  1. 4:2 En hebreo de Sion.

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